Las 22:40. Ando con prisa por la calle tras haber visto que el concierto empezaba a las 22:00, lloviendo a mares y perdido. Veo a un tipo con chupa de cuero y cascos. Voy a preguntarle dónde coño está la sala. «Ah, andás a ver al Cuarteto» «Pues es dos cuadras más arriba«. Dos cuadras, eso debe ser dos calles. Voy pa´llá. A pesar de mi carrera, llego después que mis colegas que se quedaron cenando. Cojonudo. Sólo faltaba que ya estuvieran tocando, pero no. Aún falta. Una hora casi. En fin. Habrá que tomar algo.
Cuando ya estamos a punto de protestar, El Cuarteto sale al escenario. Las banderas de Uruguay, las bufandas del Nacional y de Peñarol indistintamente, se agitan en el aire. Los músicos son recibidos con gritos de «Uruguay, Uruguay«. Estamos en minoría esta vez. Es genial. Es como estar en otro país. Suenan los acordes de «Nada es gratis en la vida» y la sala es un clamor. Canto, salto, me río… es estupendo. De repente un melenudo se gira y me dice «¿Tenés hojilla?» (pronúnciese hojisha). «¿Ein? ¿Hojisha?» Ah, debe ser papel. «Pues no, majo. No tengo«. Y continúa su ronda de preguntas por el resto de la sala. Por las caras de la gente, parece que no soy el único que no lo pilla.
En fin, suenan «Hoy estoy raro«, «Yendo a la casa de Damián«, «Invierno del 92» pero también «Bo cartero«, «El putón del barrio» y, no podía ser de otra manera, «El día que Artigas se emborrachó«. Un conciertazo. Me lo pasé en grande. Tan grande como ellos: El Cuarteto de Nos. Espero verles de nuevo pronto. Viva Uruguay, El Cuarteto y la madre que los parió.